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Nuestra historia

Somos el colectivo de Familias de Acapulco en Busca de sus Desaparecidos A.C. Hasta diciembre de 2020, somos 263 familias que estamos buscando a nuestros familiares que han desaparecido y esta es nuestra historia.

Todo comienza en ese terrible día en el que nuestro familiar desapareció. Desde ese día, todos iniciamos un camino de búsqueda incansable que continúa hasta el día de hoy; hemos vivido muchas horas y días de zozobra y pena, hemos tenido que recorrer muchos caminos, tocar muchas puertas, hacer muchas llamadas, y buscar en cada rostro a nuestro alrededor a aquel ser querido que desapareció sin dejar rastro.

Hemos buscado a nuestro familiar sintiendo una gran desesperación, angustia y, a veces, desesperanza.
Esto ha sido posible gracias a la memoria de nuestro ser querido, la ayuda de nuestros familiares y amigos, y la fe en Dios que nos da la fuerza para realizar esta búsqueda.

Nuestro encuentro

En octubre de 2015, quienes habíamos sido acompañados por el Proyecto de Acompañamiento a Víctimas de las Violencias (PAVV), recibimos una llamada del sacerdote encargado de la Pastoral Social en Acapulco, el P. Jesús Mendoza, quien nos invitó a encontrarnos con otras y otros que también estaban buscando a un familiar desaparecido. Acudimos a la reunión sin saber qué esperar, pero confiando en quienes nos convocaban. Esa primera reunión marca el día de nuestro encuentro, cuando decidimos acompañarnos y caminar juntos en la búsqueda de nuestros familiares.

El 19 de enero del 2016, decidimos nombrar a nuestro colectivo Familias de Acapulco en Busca de sus Desaparecidos y acordamos iniciar un trámite para protocolizar nuestra organización.  En febrero de este mismo año organizamos una conferencia de prensa para darnos a conocer como organización y nuestros objetivos.

Nuestros logros e impacto

Desde que caminamos juntos hemos tenido logros importantes: nos hemos capacitado constantemente en diferentes temas legales y forenses, participado en foros nacionales de familias de desaparecidos, hemos tenido presencia en medios de comunicación, hemos llamado la atención sobre el tema y dialogado con diversas autoridades.

Queremos, sobre todo, encontrar a nuestros familiares, y que conozca nuestra situación individual y colectiva. También, que se reconozca la creciente problemática de la desaparición en México, en nuestro estado y en Acapulco. Con esto, buscamos evitar que siga creciendo el número de desaparecidos, que se conozca que es un problema que ha escalado como parte de la espiral de violencia en México y que es un problema que lastima y lacera a miles de familias y comunidades.

Hemos impulsado múltiples mejoras en las leyes y protocolos para la búsqueda de víctimas de este delito, y esperamos que esta exposición pública llegue a otras familias que están buscando a sus familiares. A quienes aún siguen solos, para unirnos, y que sean y seamos más fuertes; para que no caminen solos.

Finalmente esperamos hacer sensibles de nuestra situación a aquellas y aquellos que desconocen por lo que estamos pasando o que no saben cómo hablarnos y cómo hacerse solidarios con nosotros.

Nuestros amigos y aliados

Desde el principio, como colectivo, hemos recibido apoyo y solidaridad de personas como los sacerdotes Jesús Mendoza, Salvador Cisneros y Búlmaro Hernández, el notario público Arturo Betancourt y nuestra amiga Nury Peralta.

Diversas organizaciones nos han ayudado, entre ellas La Arquidiócesis de Acapulco, Idheas, Serapaz, Catholic Relief Services México, Movimiento Nacional de Desaparecidos, y algunos medios de comunicación como TV Azteca, Televisa, Grupo Milenio, Siga TV, El Sur, La Jornada, Novedades y Enfoque Informativo.

El acompañamiento del PAVV de la Arquidiócesis de Acapulco ha sido fundamental, gracias a su motivación estamos juntos y el hecho de estar acompañados nos da fortaleza. Sentimos que no estamos solos, salieron a nuestro encuentro y sentimos su apoyo incondicional. Gracias a este acompañamiento hemos descubierto que la desaparición de nuestro familiar no es nuestra culpa, sino una problemática a nivel nacional, y también ha sido importante para iniciar procesos de perdón, aunque este es un proceso largo y difícil.

Un camino difícil

Todos los días enfrentamos muchas dificultades, entre ellas la indiferencia e insensibilidad de la sociedad, que muchas veces señalan a nuestro ser querido como culpable de su desgracia, dicen que seguro le pasó esto porque andaba metido en algo… Esto nos hace sentir más tristes y solos.

Sin embargo, la dificultad más común, y la que no es posible pasar por alto es la negligencia, corrupción, desorganización y falta de profesionalismo de las autoridades de todos los niveles y de todas las instancias.

La desaparición de un ser querido afecta nuestras emociones y nuestra funcionalidad, muchos hemos entrado en procesos de depresión, otros tenemos dificultades para conciliar el sueño, algunos hemos adquirido un tic nervioso que no teníamos antes. En general nuestra salud emocional y física se ha visto muy afectada.

También las relaciones con la familia y con los amigos cambian con la desaparición de un familiar, en algunos casos sentimos más cerca el apoyo de la familia, los vecinos, los amigos y los compañeros de trabajo. La familia cercana, los hijos, la pareja y los padres se vuelven un pilar del que nos hemos sostenido. Pero en otros casos los amigos y la familia se alejan o nosotros nos alejamos de ellos.

En general, cuando un familiar desaparece, no quieres hacer nada ni te importa nada más que encontrarlo, dejamos de convivir con los amigos y de ir a eventos sociales, en muchos casos sentimos culpa cuando nos divertimos o la pasamos bien, porque no sabemos cómo está nuestro familiar.

Por otro lado, nace la desconfianza en las personas a nuestro alrededor, uno se pregunta si acaso saben algo sobre nuestro familiar y por alguna razón no nos lo dicen. Algunas nos sentimos observadas y vigiladas, aunque no estemos seguras de que así sea. En otros casos, nos volvemos muy aprehensivos con los hijos o los familiares que conservamos, monitoreamos dónde están y con quien están todo el tiempo por temor a que les pase lo mismo y esto afecta nuestras relaciones con ellos.

Algunos hemos perdido o dejado nuestro trabajo, para dedicar más tiempo a la búsqueda de nuestro familiar. Otros hemos tenido que mudarnos. Muchos de los que hoy formamos parte de este colectivo somos adultos, pero también hay niños y niñas que se han quedado sin padres y sin alguien los acompañe en su crecimiento, sin sostén moral y económico, y sin una respuesta a su pregunta diaria: ¿cuándo regresa mi mamá? ¿cuándo regresa mi papá?

Otra dificultad es la falta de recursos económicos para esta búsqueda, la falta de apoyo en los centros de trabajo para tener cierta flexibilidad que nos permita buscar a nuestros hijos, y la falta de becas y apoyos económicos para las familias y para los hijos menores de los desaparecidos.

Desafortunadamente, creemos que nuestro colectivo crecerá. Esto no lo vivimos como un logro: cada nuevo integrante significa otra persona desaparecida, otra historia de dolor.

Sabemos que es posible que no nos toque ver los cambios que se necesitan para que ya no haya más desapariciones en nuestra ciudad y país. Nos sentimos remando contracorriente, pero sabemos que estamos abriendo camino para que otras familias no enfrenten las mismas dificultades, o que podamos compartirles nuestra experiencia y solidaridad y no vivan solos lo que nosotros vivimos.

Nuestra búsqueda

En este tiempo que hemos estado juntos, hemos vivido junto a un compañero del colectivo, la localización y el reconocimiento de su hijo desaparecido. Lo hemos acompañado en el dolor de haberlo encontrado sin vida y lo hemos acompañado en su proceso de duelo y despedida. Seguiremos junto a él en su búsqueda de verdad y justicia.

Él ha decidido continuar en el colectivo, para seguir ayudándonos a buscar a nuestros seres queridos. Nos sentimos honrados y afortunados por su decisión. Su ejemplo, nos ha inspirado a hacer un compromiso: a seguir en este colectivo, acompañándonos, aún después de encontrar a los nuestros.

Próximamente saldremos a brigadas de búsqueda de nuestros familiares, tenemos esperanza de encontrarlos con bien, y en caso de que no sea así, al menos saber qué pasó con ellos y dónde han estado todo este tiempo. Tenemos la esperanza de conocer la verdad.

Sabemos que quizás en esta búsqueda encontremos a los hijas e hijos, hermanas y hermanos, padres, madres, esposas o esposos de otros. No importará que no sean los nuestros, al encontrarlos les habremos ayudado a otros y otras a saber una parte de la verdad que todos hemos estado buscando.

Tenemos la esperanza de encontrar a nuestro familiar desaparecido. Tenemos la esperanza de encontrar la paz que hemos estado buscando. Tenemos la esperanza de sembrar la semilla de los cambios que son necesarios para que no haya ni uno más.

Desde que estamos juntos, como colectivo, nos sentimos apoyados, encontramos solidaridad y fortaleza que proviene de otros que están viviendo lo mismo. Seguimos sintiendo dolor, pero este espacio nos ha servido para desahogarnos y hablar de nuestros sentimientos, llorar, recibir consuelo y un abrazo, nos sentimos libres, nos tenemos confianza y eso nos ayuda a vivir este dolor de otro modo, ya no estamos solos. Somos más fuertes juntos.

Esta historia fue recogida en el Taller de Sistematización
del 13 de agosto de 2016, facilitado por Jean Mendieta y
Carlos Juárez. Fue escrita por Jean Mendieta, con
profundo agradecimiento por la confianza de este
colectivo y con gran admiración por su valor y fortaleza.